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¿Realmente Somos Pro-Vida?

Actualizado: 14 dic 2020


Aun recuerdo cuando escuché por primera vez sobre la muerte de Osama bin Laden en 2011. No recuerdo los detalles exactos, como dónde estaba o qué estaba haciendo, pero sí recuerdo cómo me sentí. Sencillamente, sentí alegría. ¡Al fin habían matado a ese hombre tan malvado, quién fue el responsable principal de la muerte de sobre 2,000 personas en los ataques terroristas del 9/11! ¡Al fin se hizo justicia! Esa alegría me duró solo unos minutos. De repente entré en la realización de que estaba celebrando la muerte de un ser humano. Un ser humano malvado, claro está, pero aún así era un ser humano, creado por Dios, como tu y como yo. Inmediatamente comencé a preguntarme que, si verdaderamente se hiciera justicia, ¿yo seguiría viviendo? La respuesta es, no.


“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23)

“Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6:23)


Este evento me llevó a reflexionar sobre el verdadero significado de la justicia, y sobre la perspectiva de Dios con relación a la muerte de Osama bin Laden, y otros criminales a lo largo de la historia. ¿Se alegrará Dios, como nosotros nos alegramos, cuando alguien paga o muere por sus pecados? ¿Disfrutará Dios del sufrimiento de las personas que serán condenadas a muerte eterna, por haber rechazado a Jesucristo? Inmediatamente, me encontré con los siguientes dos pasajes, los cuales me dieron una respuesta clara.


“¿Quiero yo la muerte del impío? Dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?” (Ezequiel 18:23)

“Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva.” (Ezequiel 33:11)


Ni aún Dios, el único que tiene todo poder, autoridad, y derecho de quitarnos nuestras vidas a raíz de nuestro pecado, se alegra en tener que hacerlo. Sin embargo, aquí me encontraba yo, celebrando la muerte de un ser humano, el cual Dios hubiera preferido que se arrepintiera de sus pecados, y fuera salvo.


Otra historia:


Hace 3 días, ejecutaron a Brandon Bernard, condenado a muerte por un crimen que cometió hace 21 años atrás, cuando tenía a penas 18 años. Que quede claro, el crimen por el cual fue sentenciado fue horrible, matando y calcinando a dos pastores de jóvenes, luego de robarles y torturarlos. Pero, Brandon Bernard no fue quién los mató, y no existe evidencia de que fue él quién los quemó. Fue considerado solo un cómplice, mas sin embargo su sentencia fue la muerte. Años mas tarde, sale posible evidencia que puede demostrar la inocencia de Brandon en el crimen, y varios de los miembros del jurado que lo sentenciaron en el 1999 afirmaron que, de tener esa evidencia en sus manos en ese momento, no lo hubieran condenado. Sin embargo, la corte suprema de los estados unidos rechazó la moción de parte de los abogados de Brandon para atrasar la ejecución, y finalmente, luego de 3 minutos de disculpas a la familia de las víctimas, Brandon Bernard fue ejecutado.


Con la ejecución de Brandon, la administración de Trump se ha convertido en la administración que ha ejecutado a más personas en un año desde 1896, ejecutando a 10 personas desde Julio de este año, con una persona más esperando ejecución, pautada para el 31 de diciembre. Y, en medio de esta noticia, no puedo evitar preguntarme, ¿Dónde está la iglesia? Quizás hubo cristianos que intentaron detener la ejecución de Brandon. Realmente, no pude encontrar información sobre eso. Sin embargo, es increíblemente fácil encontrar reporte tras reporte de los grandes movimientos que se han hecho de parte de la iglesia en contra de otra injusticia: el aborto.


Antes de continuar, quiero aclarar que esto no es un estudio histórico. Seguramente, si me siento a buscar la historia de la pena de muerte, encontraré evidencia de la iglesia oponiéndose a tal condenación. Solo puedo hablar de hoy, ahora, y es en base de eso que escribo lo siguiente.


Existen dos posturas principales sobre el aborto: pro-vida y pro-elección. Ambos títulos son erróneos, ya que ninguno de los dos representa correctamente las posturas de sus proponentes. Por ejemplo, decir que eres "pro-vida" no es decir que no apoyas la elección. Al contrario, los “pro-vida” también creen en la elección, ya que entienden que existen varias opciones, como la abstinencia, la adopción, o el aceptar el embarazo y esforzarse por proveer y cuidar a ese hijo/a que está en su vientre. Por lo tanto, ser pro-vida no es contrario a ser pro-elección; sencillamente, no apoyamos una elección en particular (el aborto).


Sin embargo, el problema que estoy teniendo recientemente con el tema del aborto es que, para mi, es demasiado de fácil decir que el aborto es asesinato, pero, ¡cuán difícil es presentar soluciones reales! Es muy fácil mantener una postura clara y firme de “no” al aborto, y la mayoría de los que hablamos sobre el tema (comenzando por mi), enfocamos la conversación en intentar demostrar que el feto es una vida humana, y que el aborto es asesinar a esa vida humana. El enfoque es en que el aborto es pecado, que la Biblia no lo apoya, que los hijos son una bendición de Dios, y por lo tanto ninguna mujer debería de abortar (excepto en casos extremos, como cuando la vida de la madre está en peligro. Y, aún así, algunas personas no apoyan el aborto).


Pero, ¿en qué estoy aportando al tema si mi único enfoque es condenar al aborto? ¿En qué eso ayuda a una mujer que está contemplando abortar porque no se siente preparada para tener hijos, o se embarazó por accidente, o fue violada, etc.? Recuerdo haber leído un libro escrito por el evangélico Carl Henry en los 1940s, y el autor nota cómo la iglesia en ese momento se dedicaba más a señalar el pecado individual, que en buscar soluciones a los problemas sociales que contribuyen al pecado individual. Por ejemplo, condenaban las bebidas alcoholicas, pero no buscaban soluciones para el alcoholismo. Condenaban el cine porque incluía películas que promovían al pecado, pero no apoyaban las películas que promovían mensajes positivos, ni buscaban crear sus propias películas de índole cristiano. Similarmente, la iglesia hoy día mayormente habla sobre el tema del aborto en un sentido negativo (“no lo hagas”), enfocada en el pecado individual, pero ignoramos todos los factores que llevan a una mujer a tomar esa decisión. Si no buscamos tocar los factores que aportan al problema del aborto, ¿realmente estamos luchando por la vida?


Creo que si la iglesia quiere verdaderamente terminar con el aborto, necesita ser mucho más activa en otros ámbitos de la vida, mostrándole al mundo que realmente nos importa la vida, y no solo el pecado.


Por ejemplo, la razón número uno por la cual las mujeres abortan es porque no se sienten preparadas para tener a un hijo. La mayoría de estas mujeres son jóvenes en sus 20s, con alrededor del 10% de los abortos ocurriendo en jóvenes entre 15-19 años de edad. El 85% de los abortos ocurren en mujeres no-casadas, y el 40% de las mujeres que abortan, han abortado por lo menos una vez en el pasado. Cuando tomamos todo esto en consideración, y le añadimos la triste realidad de que, en Puerto Rico, la tasa de divorcio se encuentra en 70%, claramente quiere decir que hay un problema serio en nuestra juventud, y que estos problemas son los factores que llevan a estas jóvenes a tomar la decisión de abortar.


En otras palabras, los factores que llevan a las mujeres a abortar son: problemas económicos, la edad, la falta de apoyo familiar, o la ausencia de un esposo o pareja. Tomando en cuenta que la mayoría son jóvenes, quiere decir que también tenemos un problema de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, a temprana edad. En estos casos, ¿es suficiente simplemente decirles a estas nenas que el aborto es pecado? ¿Eso las ayudará a tomar una mejor decisión? Claramente, no. Al final del día, yo le puedo decir que no aborte, pero, ¿la ayudaré a criar a ese hijo o hija cuando decida no abortar? ¿Pagaré por sus costos médicos, citas, y cuido prenatal? ¿Resolveré los asuntos familiares o románticos que forman parte del problema? La contestación es, no. No lo haré, ni tengo la capacidad para hacerlo. Y, esto es sin tomar en consideración otros factores como la falta de educación, la falta de acceso a ciertos servicios médicos, etc.


Entonces, si le recomendamos a esta muchacha que, por ejemplo, tenga el hijo, pero que lo de en adopción (lo cual raramente recomendamos), ¿tenemos el conocimiento para explicarle cómo funciona ese proceso? Y, si lo da en adopción, ¿qué está haciendo la iglesia para asegurar que los niños que están “en el sistema” los están cuidando bien, proveyendo sus necesidades apropiadamente, etc.? Sabemos muy bien que el sistema de adopción es uno con muchos problemas, e históricamente los niños que se crían en este sistema sufren mucho. Pero, ¿qué está haciendo la iglesia para reformarlo?


Si verdaderamente somos pro-vida, entonces, tenemos que trabajar, no solo para impedir el aborto, sino para intentar asegurar una cierta calidad de vida para esos niños y niñas que finalmente nacen. Si ignoramos los problema en la educación, la economía, el matrimonio/divorcio, abuso doméstico, violación, incesto, salud pública, salud emocional/mental, entre otras cosas, ¿realmente estamos luchando por la vida? No. Solo estamos enfocándonos en el pecado individual, ignorando el aspecto social y todos los factores que contribuyen a ese pecado. Y, en ese sentido, no podemos decir que realmente somos pro-vida. En realidad, solo somos anti-aborto, lo cual es muy distinto.


Ahora, enfocándome en el proceso del aborto, como tal, ¿Cuántos cristianos realmente conocen sobre el tema? Una cosa es decir que es pecado o que es asesinato, pero ¿realmente conocemos sobre el proceso del embarazo, la definición de “vida,” los distintos métodos del aborto, los anti-conceptivos, etc.? La realidad es que muy pocos podemos decir que conocemos sobre estos temas. Pero, si la mayoría somos ignorantes sobre un tema de tanta importancia, ¿cómo podemos educar o aconsejar a una mujer que está contemplando abortar? Parte de ser pro-vida, entonces, debería de ser la educación. No solo la educación al mundo, sino la educación personal. Necesitamos conocer más sobre el tema para poder hablar correctamente sobre él, y ofrecer soluciones reales.


Ser pro-vida, entonces, requiere mucho más que simplemente condenar al aborto. Necesitamos buscar soluciones a otras problemas, los cuales son factores importantes en la decisión de una mujer. La iglesia tiene que mostrar más interés, por ejemplo, en la salud pública y la educación. Necesita estar más envuelta en el sistema de adopción, buscando garantizar cierta calidad de vida a estos niños que sufren tanto en ese sistema. Necesitamos ofrecer más educación a la iglesia sobre el tema del matrimonio y el divorcio. Y, no me refiero simplemente a los talleres especiales que normalmente se ofrecen para el tiempo de “enamorados” (14 de febrero). Me refiero a hablar regular y abiertamente sobre estos temas, especialmente hacia los jóvenes, desde el púlpito y a nivel personal. No recuerdo la última vez que escuché a un pastor o predicador hablar sobre el matrimonio o el divorcio. Algunos jóvenes en ocasiones se me acercan para preguntarme sobre temas relacionados al sexo y el noviazgo, demostrando la necesidad y la carencia de la educación sexual en la iglesia. Yo no debería de tener que buscar llenar lagunas, las cuales son la responsabilidad de, primeramente, la familia, y en cierto sentido, de la iglesia.


Además de trabajar en estas áreas, la iglesia necesita educarse sobre el tema del aborto, para que esté verdaderamente preparada para hablar del tema, y presentar soluciones. Necesita crear un ambiente en la iglesia en donde cualquier mujer que está contemplando el aborto, o que ya haya tomado esa decisión, pueda llegar y recibir apoyo emocional y espiritual, y sobre todo, poder ser sanada y restaurada. Una mujer no debería de tener miedo en admitir que ha abortado, pensando en que la iglesia solo la va a condenar por su decisión. Eso no debería de ser el rol de la iglesia.


Pero, este tema no se queda solo en el aborto. Como pueden ver en la introducción de este escrito, hay otras áreas en el mundo en las cuales la iglesia debería de estar más envuelta, si verdaderamente nos queremos llamar “pro-vida.” No podemos ser pro-vida, por ejemplo, y no hacer absolutamente nada sobre la pena de muerte. Esta administración (de Trump) se destaca por ser un gobierno “cristiano.” Sin embargo, como dije arriba, es la administración que más ha ejecutado a personas desde el 1896. Y, mientras esto ocurre, la iglesia guarda silencio. Eso no es ser pro-vida.


No podemos ser pro-vida, y celebrar la muerte o condenación de un criminal, ignorando que nosotros también merecemos condenación, pero Dios nos ha perdonado. No podemos ser pro-vida, y no preocuparnos por el sistema de adopción, en el cual sufren tantos niños. No podemos ser pro-vida, y no hacer un mayor esfuerzo para erradicar a la pobreza, aunque sea en ciertos casos individuales, y no a nivel global. No podemos ser pro-vida, y guardar silencio mientras los derechos humanos de los negros, las minorías, o los transgéneros (si, los transgéneros) están siendo violados. Y, para que puedan entender mejor el problema que estoy describiendo, piensen en esto: Seguramente muchos están de acuerdo con todo lo que he dicho hasta ahora, pero con tan solo leer esa palabra (transgénero), inmediatamente su mente se enfoca en la comunidad LGBTTQ, y en el tema del pecado del homosexualismo, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, etc. Esto demuestra lo mucho que nos gusta hablar del pecado, pero pocos ofrecemos soluciones reales al problema. Otro día tocaré ese tema. Por ahora, no quiero desenfocar el mensaje.


El mensaje aquí es que, si realmente somos pro-vida, necesitamos hacer mucho más para ayudar a esas mujeres que están contemplando el aborto, o que han abortado. No es suficiente simplemente condenarlo. Necesitamos hacer mucho más para solucionar los problemas que contribuyen al aborto. Necesitamos hacer mucho más para asegurar que exista un sistema que permita que estos niños crezcan en un ambiente saludable. Y, en cuanto a otros temas, necesitamos hacer mucho más para proteger la santidad de la vida. Entendamos que la santidad de la vida no comienza ni termina en el tema del aborto, sino que incluye muchas áreas de la vida sobre el cual la iglesia, en este momento, está callada. Rompamos ese silencio. Tomemos más acción. En palabras sencillas: seamos pro-vida, de verdad.

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