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Aprendiendo del Catolicismo

Actualizado: 28 ago 2022


Escribo el siguiente artículo como cristiano protestante. Desde hace unos meses, he sentido un deseo en mi corazón de aprender un poco más sobre el catolicismo, desde su propia perspectiva. Casi todo lo que los protestantes conocemos sobre el catolicismo, lo hemos aprendido de otros protestantes. Pero, cuando leo algunos libros escritos por católicos, o escucho entrevistas o debates entre católicos y otras personas, me da la impresión de que mucho de lo que conozco sobre ellos no es correcto. La iglesia católica afirma ser la verdadera y única iglesia de Dios, siendo la denominación cristiana más antigua y grande, y por mucho tiempo los católicos afirmaban que no se podía ser salvo, fuera del catolicismo. Por lo menos, eso es lo que me han enseñado. Por tal razón, creo que esa afirmación es lo suficientemente importante como para tomar en serio. De ser cierta esta afirmación, es necesario aceptarla. De ser falsa, es necesario corregirla. Sea como sea, no es razonable permanecer en ignorancia voluntaria.


Aún no me he sentado a estudiar sus doctrinas, enseñanzas, e historia completamente, ya que a penas he terminado mis propios estudios en la universidad, y tengo otros planes corriendo. Pero, he sido un poco más intencional en exponerme al catolicismo, para ver cómo me siento. Sé que lo que estoy diciendo ahora mismo será causa de preocupación para algunos que me conocen. Cristianos que, al igual que yo, se les ha enseñado que los católicos no son cristianos reales, o que son idólatras, o incluso que la iglesia católica es el anticristo, se preocuparán por mí, pensando que estoy corriendo el riesgo de apartarme de la sana doctrina, o de Cristo, mismo. Y, tampoco podemos tapar el sol con una mano. Es decir, no podemos ignorar todos los problemas que han ocurrido por medio, y dentro de, la iglesia católica a lo largo de los años. No podemos ignorar las atrocidades que continúan ocurriendo, hoy día. Así, que, entiendo el miedo, y lo respeto. Pero, el que me conoce, sabe por lo menos dos cosas sobre mi. Primero, saben que, cuando me da con algo, no puedo dejar de pensarlo hasta que me sienta satisfecho de que he hecho lo suficiente como para entenderlo (dentro de los límites de mi propia capacidad). Segundo, saben lo celoso que soy con la Verdad. No soy de cambiar mis creencias a la ligera, ni dejarme influenciar en mi fe, fácilmente. Así, que, aunque entiendo la preocupación, solo les pido que oren por el proceso. Y, les recuerdo que solo estoy tratando de aprender. No estoy contemplando convertirme en católico. De la misma forma en que aprendo sobre otros temas, incluyendo otras religiones y filosofías con la intención de fortalecer mi fe, y ayudar a otros a fortalecer su propia fe, ahora mismo estoy interesado en estudiar este tema. En mi mente, no hay diferencia.


Habiendo dicho todo eso, este artículo no es una defensa del catolicismo, ni nada parecido. Mas bien, lo que quiero compartir con ustedes son 3 cosas que he aprendido en los últimos meses que nosotros los protestantes deberíamos de poner más en práctica. Tanto los católicos, como los protestantes, tenemos nuestras fortalezas y debilidades, y sería de gran beneficio para todos si estuviéramos más dispuesto a aprender, los unos de los otros. Con eso en mente, les comparto estas 3 cosas que he aprendido de los católicos, que cada cristiano o cristiana, sea cual sea tu denominación, debería de tomar más en serio. Y, de hacerlo, creo que nuestra vida espiritual sería edificada.


Primero, los católicos valoran y enfatizan la importancia de la tradición. Sé que esto es uno de los puntos que dividen a los católicos y a los protestantes, y no entraré en ese debate. Cuando hablo de “tradición,” en este contexto, simplemente me refiero a la historia de la iglesia. Cuando un católico habla sobre sus creencias, en cualquier contexto, usualmente intenta centrar sus palabras en las enseñanzas de la iglesia, en especial los escritos de los padres de la iglesia. Esto fue algo un poco difícil para lidiar, para mí, mientras escribía mi disertación para el doctorado. El tema de mi disertación es la Trinidad. Y, para poder escribir sobre la Trinidad, me era necesario sentarme a estudiar la historia de esta doctrina, en especial lo que los padres de la iglesia enseñaron sobre la Trinidad. Una de las razones por lo cuál esto me costó tanto era porque yo no sabía hasta qué punto yo soy permitido cuestionar estas enseñanzas. Y, la razón por la cual yo no sabía esto era porque, sencillamente, a mi nunca me han hablado sobre los padres de la iglesia en ningún culto o clase bíblica. Por un lado, entonces, no sabía cuánta autoridad los padres de la iglesia deberían de tener sobre nuestras creencias actuales, y por otro lado, no sabía cuánta autoridad o capacidad yo tengo para corregir a los padres de la iglesia cuando pensaba que estaban errados. Eventualmente, encontré un punto entremedio de ambos extremos.


En la iglesia protestante, o por lo menos en la evangélica, es bien raro que se escuche hablar sobre lo que tal y cual padre enseña sobre cualquier tema. Usualmente, nosotros los protestantes tendemos a hablar de “mi opinión,” o “mi perspectiva,” o “mi interpretación,” o “mis creencias,” etc. Pero, ¿cómo sabemos si nuestra opinión es la correcta, o si está centrada en la sana doctrina, o si es completamente ajena a la Verdad? Es cierto que la Biblia debería de ser nuestro criterio principal para saber si alguna de nuestras creencias cristianas es correcta, o no. Pero, también debemos de reconocer que nuestras creencias no deberían de estar completamente desligadas de nuestra comunidad de fe. Cuando nos desligamos de nuestra comunidad, en especial de nuestro pasado o nuestra historia, corremos el riesgo de traer interpretaciones a la mesa que son completamente erróneas. Por ejemplo, en mi último artículo les hablé sobre la deconstrucción, y les mencioné que una de las características de la deconstrucción era el rechazo de la autoridad, de la verdad absoluta, y de la tradición. El resultado de este rechazo es personas que se siguen llamando cristianos, pero niegan la infalibilidad de la Biblia, no creen que Jesús es el único camino de salvación, no creen que Jesús literalmente murió por nuestros pecados, etc. Cuando nos desligamos de nuestra comunidad de fe, de esta manera, abrimos la puerta a la libre interpretación; cada cual interprete la Biblia como quiera, y no existe ningún marco o estructura con la que podemos medir nuestras conclusiones. Esto es sumamente peligroso.


El énfasis católico en la tradición permite que, lo que se enseña hoy, esté fundamentado, no solamente en la Palabra de Dios, sino en nuestra comunidad de fe. Yo no creo que la tradición tiene la misma autoridad que la Biblia, pero tampoco creo que debemos de ignorarla. Uno de los criterios que se usó, hace casi 2,000 años atrás, para determinar el canon bíblico era que los libros o las cartas hayan sido aceptadas universalmente por el Cuerpo de Cristo. ¿Qué nos hace creer que ahora podemos simplemente ignorar lo que cree el Cuerpo, en general, y dejarnos llevar simplemente por lo que cada cual entiende que es correcto, hoy? La tradición, en este sentido, funciona como un guía que nos permite saber si nuestra interpretación de la Palabra va por el camino correcto, o no. Por ejemplo, si por 2,000 años la iglesia ha enseñado que Dios es amor, y de repente una persona se levanta, hoy, y dice que Dios realmente no es amor, esto debería de ser una luz roja. Lo primero que tenemos que hacer es ir a la Palabra para ver lo que nos dice. Pero, acudir a la tradición de la iglesia también nos puede ayudar, en especial cuando se trata de asunto más complejos que el ejemplo que acabo de dar.


Además de esto, este énfasis en la tradición nos da un sentido de que pertenecemos a algo que es más grande que nosotros. Nosotros pertenecemos a algo que trasciende nuestro presente, trasciende nuestras opiniones personales, trasciende, incluso, nuestro pasado y futuro. La Palabra de Dios es eterna, y cuando estudiamos un poco sobre nuestra historia, nos damos cuenta cómo Dios ha obrado en Su pueblo a lo largo de los años, y nos da esperanza para el futuro. Nos sirve como un recordatorio de que nuestra vida es corta, y solo tenemos un poco de tiempo para hacer una diferencia. En mi caso, me recuerda a ser humilde, comparándome con estos grandes hombres y mujeres de la fe que vinieron antes de mí, y lograron tantas cosas en sus cortas vidas. Y, también me motiva a esforzarme más, leyendo sobre todas las situaciones que estas personas vivieron, y aún así se mantuvieron firmes en la fe. También sirve como historias de advertencia, leyendo sobre las atrocidades, los errores cometidos, las contiendas y divisiones, etc. Solo estudiando nuestra historia, podemos aprender a evitar cometer los mismos errores del pasado. Todo esto, y mucho más, es lo que veo en el énfasis católico en la tradición. Y, cuando lo ignoramos, es como si no fuéramos un Cuerpo, o como si creyéramos que cada cual tiene la capacidad absoluta de interpretar la Biblia correctamente, sin necesidad de la ayuda de una comunidad de fe. Nuevament digo, esto es sumamente peligroso.


Segundo, he aprendido mucho sobre el valor del silencio. Ayer vi una entrevista con el actor Shia Labeouf, quien recientemente se convirtió al catolicismo. Y, entre las cosas que más me impactó fue su experiencia con el silencio. Como actor, nos cuenta, su mente está constantemente pensando en lo que tiene que hacer para una película, en preparación, en dinero, fama, poder, etc. Pero, en preparación para su próxima película, sobre un sacerdote católico, se fue a vivir en un templo católico por unos meses. Fue ahí donde se encontró con Dios. Una de las cosas que le impactó, nos dice, fue cuando los sacerdotes le decían que se fuera a un cuarto, y simplemente estuviera en silencio. No contaré toda su historia, aquí, pero el punto es que el aprender a simplemente estar en silencio, con Dios, es una herramienta de gran utilidad, especialmente en un mundo tan apresurado.


La oración y la meditación, en el catolicismo, es una práctica religiosa sumamente importante. Es algo que podemos observar en los devocionales personales de los católicos, pero también en sus misas y cultos públicos. Creo que todos los que estamos leyendo esto, ahora mismo, podemos admitir lo difícil que se nos hace sentarnos a orar, todos los días. Cuando lo hacemos, no sabemos qué decir, o la mente comienza a pensar en otras cosas, nos quedamos dormidos, etc. Aprender a estar en silencio, con Dios, entonces, claramente es un reto espiritual. Este silencio, para los católicos, implica aprender a desligarse del mundo y sus afanes, de concentrarse en Dios, de entablar una relación con Él que no esté centrada en solamente pedirle algo, y aprender a abrir nuestra mente o nuestro corazón a lo que Dios quiere decirnos.


En los cultos evangélicos, una de las características más notables es nuestra aprensión al silencio. Por ejemplo, seguramente todos pueden recordar algún momento en algún culto en donde el predicador, o la persona que esté hablando en el altar, comienza a llorar, o no puede seguir hablando porque está emocionado/a. Mientras la persona se toma unos momentos para recobrar sus fuerzas, inmediatamente los hermanos de la iglesia comienzan a clamar, “gloria a Dios,” “aleluya,” “amén,” etc. No podemos estar en silencio, ni por unos segundos. Igualmente ocurre cuando hay un problema técnico en medio de un culto, y de repente los micrófonos dejan de funcionar. La iglesia inmediatamente comienza a adorar a Dios y a clamar, en lo que se arregla el problema técnico. Y, nada de esto es malo. La realidad es que no hay nada malo en adorar a Dios en todo momento, en especial en momentos como estos. Pero, creo que también apunta a otra realidad, y esa realidad es que nos incomoda el silencio. Sin embargo, en ocasiones, el silencio es necesario.


En más de una ocasión, he estado presente mientras alguna persona está llorando por alguna situación. Nuestro instinto, en esos momentos, es ofrecer alguna palabra de aliento o de afirmación. Sin embargo, en ocasiones la persona solo necesita sentir que hay alguien ahí, presente en su dolor. Y, para esto, no es necesario hablar. En algunos de estos momentos, en especial cuando no encuentro las palabras, solo puedo estar en silencio, y usualmente comienzo a orar internamente, mientras la persona se desahoga. El silencio no siempre implica ausencia. En ocasiones, es una oportunidad para una mayor conexión. Creo que el silencio nos podría ayudar a desconectarnos un poco más del ruido de este mundo que tanto nos distrae, y conectarnos un poco más con Dios.


Tercero, y por último, algo que he notado en el catolicismo es su énfasis en la santidad y en lo sagrado. Los cultos, las misas, los sacramentos, la vestimenta, etc.; todo esto es santo, para los católicos. Ayer escuchaba al sacerdote Barron hablar sobre el proceso de la misa, y el uso del incienso. Explicaba que, cuando se encendía el incienso, se le hacía un poco difícil a las personas para ver lo que estaba ocurriendo en el altar. Y, Barron explica que esto es intencional. El incienso, en esto contexto, representa ese sentido de misterio que debería de existir entre el ser humano, y Dios. Aunque Dios se ha revelado, en especial por medio de Jesucristo, la realidad es que Dios sigue siendo un gran misterio, para el ser humano. Es decir, nosotros no podemos comprender Su grandeza, ni entender por completo Sus pensamientos, Su voluntad, Sus planes para nuestras vidas. El incienso, en este contexto, intenta representar, físicamente, este misterio de Dios.


Una de las cosas que he notado en mi vida, y en el protestantismo en general, es esta ausencia de misterio o de lo sagrado. Nosotros podemos ir vestidos como sea para los cultos (algo que no estoy diciendo que es malo o incorrecto), podemos usar vocabulario cotidiano en nuestras predicaciones (algo que, de nuevo, no es malo), podemos ir o faltar a los cultos, etc. Cuando entramos por las puertas del templo, no sentimos (en general) que estamos entrando en un lugar sagrado. Para nosotros, es solo un edificio, y la presencia de Dios la vamos a invocar durante el culto. No tenemos que ponernos de pie para leer la Biblia, o para adorar, o para orar, etc. No estoy diciendo que estas cosas están mal, y que debemos de volver a la tradición rígida del pasado. Lo que estoy diciendo es que, en cierto sentido, se ha perdido esta apreciación por lo sagrado.


Nosotros cogemos nuestras Biblias y las tiramos en el sillón de atrás de nuestro carro, y no la abrimos hasta el próximo domingo. Nosotros cantamos canciones sin analizar el significado de sus letras. Ponemos a cualquier persona a dirigir, o predicar, o a participar de algún ministerio, sin tomar en cuenta si esta persona ha sido llamada por Dios, o si tiene la capacidad para hacerlo. La lista de las cosas que hacemos es extensa, pero el punto principal es que me parece que la iglesia no es algo que nosotros los protestantes consideramos como algo sagrado. La comunión es algo que se hace cada mes, o cada cierto tiempo, como costumbre. Pocas veces nos sentamos a reflexionar sobre el significado de la comunión, su propósito, etc. Creo que si lo hiciéramos, realmente, lloraríamos cada vez que participamos de la santa cena, porque entenderíamos lo significante y sagrado de esa participación. En contraste, la iglesia católica es bien intencional en reflejar la vida, muerte, y resurrección de Cristo en cada misa. Le dan importancia a cómo se predica, cómo se canta, cómo se viste, al orden de los cultos o misas, etc. Todo tiene un procedimiento, cuyo propósito es reflejar algún aspecto de nuestra relación con Dios. No cualquier persona puede ser un sacerdote. No cualquier persona puede predicar. Y, si predican, no puede ser cualquier mensaje. No cualquier persona puede ofrecer y tomar comunión. No cualquier persona se puede casar dentro de su comunidad. No se puede divorciar por cualquier razón trivial. Y, así consecutivamente.


Admito que algunas de estas cosas rayan en lo extremo, y en lo místico. Muchas de estas cosas nos parecen anticuadas, o muy rígidas, etc. No voy a intentar refutar esa percepción. Pero, lo que sí tenemos que admitir es que la iglesia católica intenta tomar seriamente los asuntos de Dios porque reconocen lo sagrado que es. Por un lado, los católicos pueden ser muy rígidos, en este aspecto. Pero, por otro lado, los protestantes a veces somos muy liberales. Creo que nos serviría de gran beneficio enfatizar un poco más lo serio y sagrado que son las cosas de Dios. La iglesia no es un club social, no es algo que debemos de tomar a la ligera, no es un chiste, no es mera tradición o cultura. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, llamada a ser santa, y a llevar el mensaje de reconciliación (salvación) al mundo entero. Esto es algo serio. Dios es santo y sagrado, y Sus asuntos, igualmente, son santos y sagrados. Por tal razón, nosotros deberíamos de buscar más la santidad y valorar lo sagrado en nuestras vidas, en especial en los asuntos de la iglesia.


No tengo una conclusión concreta, como tal. Simplemente quise compartir estos 3 aspectos que he ido observando en los últimos meses, y que creo que cada cristiano debería de tomar más en serio. Les recuerdo, “no pretenderlo haberlo alcanzado.” Solo comparto un poco sobre mi proceso, y espero que sea de beneficio para alguien. Dios los bendiga.

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