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La Justicia No Existe

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Recientemente, en Puerto Rico, hemos tenido varios casos criminales emocionalmente desgarradores, y moralmente cuestionables. En un caso, un padre mata al novio de su hija luego de enterarse de que este la había golpeado. En otro caso, una niña de apenas 16 años fue asesinada a puñaladas por varias jóvenes, algunas menores de edad, alegadamente por envidia. En ambos casos, el público tiene su opinión. En el caso del padre, parecería que la mayoría de las personas están de su lado, confiados en que, “si le pasara a una hija mía, yo haría lo mismo.” En el caso de la joven, lo que todo el mundo desea es que se encuentren a las culpables del asesinato, y que sean castigadas apropiadamente. “Que las traten como adultas,” algunos dicen, “para que aprendan a no envidiar.”

 

Independientemente de las diversas opiniones sobre estos y otros casos, lo que sí es claro es que lo que el pueblo está pidiendo es justicia. La justicia la podemos definir como lo correcto, lo debido, o de manera más formal, “darle a una persona lo que merece.” Aunque no todos podemos ponerlo en palabras exactas, todos tenemos un concepto general de la justicia. Cada uno de nosotros reconoce, por ejemplo, que una persona culpable que es declarada no-culpable en un juicio es un ejemplo de injusticia. Los corruptos que siguen en el poder, sin consecuencia alguna por sus acciones, es injusto. El maltrato, la opresión, y la violación de los derechos humanos son ejemplos de injusticia.

 

Reitero, entonces, que todos tenemos un concepto básico de la justicia, y la justicia es un concepto central de nuestra sociedad. Sin embargo, mientras vemos casos como los descritos arriba y clamamos a una sola voz por justicia, existe un problema serio del cual la mayoría de nosotros no se ha dado cuenta: No existe tal cosa como la justicia.

 

Antes de continuar, aclaro que estoy hablando desde una perspectiva naturalista. Es decir, en un mundo en el cual Dios no existe, no puede haber justicia. Te pido que no cierres este artículo ahora porque pensaste que iba a hablar sobre una cosa, y ahora te das cuenta de que el tema en realidad es otro. Te prometo que es relevante para tu vida, y que es pertinente a lo que estamos viviendo en estos momentos con casos como los del padre y la menor. Esto no es “clickbait.” La realidad del caso es que todos queremos justicia en estos y otros casos similares, pero muy pocas veces nos detenemos a pensar sobre el concepto de la justicia, como tal. Y, uno de mis deseos en este artículo es precisamente reflexionar sobre este concepto de la justicia, y demostrar cómo se conecta con la existencia de Dios. Si verdaderamente queremos justicia para esta niña y su familia, por ejemplo, solo hay una manera en que se pueda lograr.

 

Volvamos a la definición de “justicia”: darle a cada cual lo que se merece. Parecería ser sencillo, pero tengo 3 preguntas que posiblemente demuestren que no es tan sencillo como pensamos. Primero, ¿cómo sabemos lo que cada cual merece? Tomemos el caso hipotético de un asesino, encontrado culpable, y listo para ser sentenciado. ¿Qué dirías que esta persona merece? Le he hecho esta pregunta a muchas personas en tiempos recientes, y siempre recibo las mismas respuestas, así que no tengo que especular. Algunas personas piensan que el asesino merece pasar el resto de su vida en la cárcel. Otros, sin embargo, piensan que merece la pena de muerte. Y, por último, algunos (siempre son muy pocos los que piensan esto) piensan que el asesino merece la oportunidad de rehabilitarse y que, si se rehabilita, debería de ser librado de la cárcel.

 

Esta diferencia de opinión resalta el punto que estoy tratando de hacer: el ser humano no tiene la capacidad de saber al 100% lo que cada uno merece en todo caso. En un juicio criminal, cuando se lee el veredicto en muchos casos queda a discreción del juez determinar cuál será el castigo. La ley establece ciertos criterios para esta determinación, en ocasiones, por ejemplo, estableciendo un castigo mínimo y/o máximo, dependiendo del crimen. Pero, la realidad es que no existe un sistema que podemos utilizar para determinar, con exactitud, el castigo correcto para cada persona y para cada tipo de delito o crimen.  Como sociedad, hemos creado un sistema judicial que funciona, de manera general, pero no tiene la capacidad para garantizar la justicia. Pedimos justicia, pero a la hora de la verdad en realidad no sabemos lo que queremos decir con eso. Algunos piensan de una forma, y otros de otra. No tenemos manera de saber cuál de todas las perspectivas es la correcta. Solo estamos haciendo lo mejor que podamos.

 

Digamos, sin embargo, que descubrimos la forma de saber al 100% lo que cada persona merece bajo cualquier circunstancia. No sé cómo lo logramos, pero digamos que de alguna manera logramos determinar con exactitud lo que significa la verdadera justicia en cada situación. Parecería ser perfecto, pero ahora nos encontramos con un segundo problema: ¿Cómo aseguramos que le estamos dando lo merecido a la persona que lo merece? Me explico.

 

El sistema hipotético que acabo de describir nos permite saber, por ejemplo, lo que una persona convicta de asesinato merece. Digamos que el sistema determina que tal asesino merece vida en la cárcel. La justicia en este caso parecería ser tan simple como condenar al asesino convicto a vida en la cárcel. Eso sería justicia, ¿no? No necesariamente. ¿Por qué? Porque este sistema depende de que la persona convicta de asesinato realmente haya sido culpable.

 

Recordemos que una cosa es que alguien sea convicto por un crimen, y otra cosa es que realmente haya cometido dicho crimen. Igualmente, una cosa es que una persona sea declarada no-culpable, y otra cosa es que en realidad esa persona haya sido inocente. Todos sabemos que existen casos en donde una persona es declarada no-culpable, pero en realidad cometió el crimen, y viceversa. Recientemente se dio el caso de que un hombre que estuvo 34 años en la cárcel por alegadamente participar de un robo en el 1988, finalmente es dejado libre porque una nueva revisión de la evidencia demostró su inocencia. Lamentablemente, para algunos esta nueva revisión de la evidencia es muy tarde ya que han sido encontrados inocentes luego de haber muerto (pena de muerte).

 

El punto aquí es que, aun teniendo la manera de determinar con exactitud lo que cada persona merece en diversas situaciones, no tenemos manera de garantizar al 100% que las personas convictas o declaradas no-culpables en realidad son culpables o inocentes, respectivamente. Nuevamente, se hace lo mejor que se puede, pero nuestro sistema es imperfecto. Se cometen errores, y por lo tanto no podemos garantizar la justicia.

 

Por último, digamos que de alguna manera u otra logramos perfeccionar nuestro sistema judicial. Ahora no solo sabemos lo que cada cual merece, sino que logramos saber con 100% de certeza cuándo una persona es culpable o inocente. Ahora no se cometen errores, y se garantiza justicia en todo caso. Aun con esta maravilla de sistema, tenemos un problema: ¿Qué tal de todos los que murieron antes de que este sistema se creara? Es decir, aun si de hoy en adelante pudiéramos garantizar al 100% la justicia en el 100% de los casos, eso no lograría garantizarle justicia a todas las personas que vivieron y murieron antes de hoy, a lo cuales no se les hizo justicia.

 

Dejando a un lado todos los que ya murieron, aun los que viven hoy no se les podría garantizar justicia porque el sistema dependería de que, en cada caso criminal o en cada situación, se encuentre y atrape a las personas responsables y se lleven a juicio para poder hacer justicia. Pero, sabemos que esto no es posible. ¿Cuántas personas desaparecen diariamente, y nadie sabe lo que pasó? ¿Cuántos asesinatos, violaciones, y crímenes en general ocurren en el mundo, y nunca se encuentra algún sospechoso? La justicia depende en que se pueda encontrar las personas responsables por algún acto, pero en muchos casos esto no es posible por diversas razones. Por lo tanto, aun con un sistema perfecto, siempre existirán personas las cuales no podrán experimentar justicia verdadera.

 

En este mundo, entonces, todos queremos justicia, pero lamentablemente no tenemos la manera de garantizarla. Digamos que arrestan a las sospechosas del asesinato de la niña de 16 años, las encuentran culpables, las tratan como adultas, y son sentenciadas a vida en la cárcel. ¿Eso sería justicia? ¿Podremos garantizar, al 100%, que realmente se arrestaron a las personas responsables, y que no hubo un error en el proceso? ¿Podemos todos estar de acuerdo con la sentencia de vida en la cárcel, o algunos pensarán que el castigo debe de ser otro (pena de muerte, por ejemplo)? Ninguno de nosotros estuvo en el lugar de los hechos, y no conocemos a las personas envueltas. Por lo tanto, no nos resta de otra que simplemente confiar en el sistema, pero nunca podremos saber al 100% si realmente se hizo justicia, o no. Lo mismo con el caso del padre y cualquier otro caso en el mundo entero.

 

¿Cómo logramos la justicia, entonces? La respuesta es que nosotros no podemos, pero sí existe uno que puede. Pensemos en esto de manera lógica. ¿Qué necesitaría una persona para garantizar la justicia, tal como ha sido descrita en este artículo? Primero, necesitaría ser omnisciente (que todo lo sabe). Sólo así se podrá saber lo que todo el mundo merece en cualquier circunstancia, y saber si realmente las personas son culpables o inocentes. La razón por la cual tú y yo no podemos garantizar justicia es precisamente porque no lo sabemos todo. Por lo tanto, siempre existirá incertidumbre sobre si hicimos lo correcto, o no.

 

Segundo, esta persona necesitaría ser omnipotente (todopoderoso). No basta con saber lo que cada cual merece; se necesita el poder o la capacidad para lograr que se le de lo que merece a todo el mundo por igual. Solo una persona todopoderosa puede lograr tal cosa.

 

Por último, esta persona necesitaría existir en el “más allá.” Es decir, la existencia de esta persona no puede estar limitada a esta vida, o al mundo físico porque no podría garantizarle justicia a los que murieron sin justicia en esta vida. Para lograr justicia para todos los que murieron sin justicia terrenal, se necesitaría a alguien cuya existencia transcienda este mundo físico para que logre justicia aún después de la muerte. Incluso, esta persona necesitaría ser eterna (siempre haber existido, y siempre existir) ya que es la única manera de lograr justicia en el pasado, presente, y futuro. Si esta persona fuera omnisciente y omnipotente, pero no fuera eterna, ¿Qué hacemos cuando esta persona muera? La justicia dejaría de existir, nuevamente. Por lo tanto, para garantizar la justicia para todos y por siempre, esta persona no puede tener una existencia limitada; es decir, necesita ser eterna.

 

El único ser que posee estos 3 atributos es Dios. Por lo tanto, solo Dios puede garantizar justicia para todos y por siempre. Solo Dios sabe lo que todos merecemos. Solo Dios tiene el poder para garantizarle a todos lo que merecemos. Y, solo Dios puede garantizar justicia aun después de la muerte. Por otro lado, sin Dios, no puede existir tal cosa como la justicia.

 

El concepto de la justicia requiere la existencia de Dios. Si creemos que la justicia existe, pues Dios tiene que existir, también. Sin embargo, existe un último problema: ¿Realmente todos queremos justicia? El problema con exigir justicia para otros (“que le baje todo el peso de la ley,” exigimos, por ejemplo) es que olvidamos que nosotros también somos culpables por diferentes cosas. En un sentido social, todos hemos roto leyes. Todos hemos mentido, o robado, o hecho cosas incorrectas. Si realmente quisiéramos justicia para todos, estaríamos diciendo que queremos ser castigados, también. Pero seamos honestos, nadie quiere eso. Precisamente por eso mentimos y ocultamos nuestras faltas (porque no queremos ser castigados).

 

En un sentido espiritual, es peor aún. Todos hemos pecado, y por lo tanto todos merecemos condenación eterna (Romanos 3:23). Nadie es completamente inocente. Sin embargo, los que creemos en Jesús y nos arrepentimos de nuestros pecados hemos sido perdonados por nuestros pecados. Para el que cree en Cristo, no nos espera castigo eterno, sino vida eterna en la presencia de Dios (Juan 3:16). Pero ¿es esto lo que merecemos? La respuesta es, no. Ninguno de nosotros merecemos salvación. La salvación es un regalo de Dios el cual aceptamos cuando creemos en Él. Pero, creer en Él no nos hace digno de salvación; simplemente es una aceptación de ese regalo inmerecido.

 

Si realmente quisiéramos justicia, entonces, significaría que no debemos de ser perdonados por nuestros pecados. Según la Biblia, todos merecemos morir en el infierno, ya que este es el castigo justo establecido por Dios mismo (el juez perfecto). Nuevamente, seamos honestos, en nuestro caso no queremos justicia; queremos misericordia. Pero, cuando se trata de otros, especialmente los que nos hacen daño, no queremos misericordia; queremos justicia (o castigo).

 

Esto no quiere decir que la justicia es mala, o que el perdón por nuestros pecados no es correcto. Al contrario, Cristo pagó por nuestros pecados en la cruz, y por lo tanto se hizo justicia perfecta y la misma vez se hace misericordia. No se queda ninguna deuda por pagar. Tampoco quiere decir que no debemos de desear justicia en casos como los mencionados, aquí, especialmente cuando son tan desgarradores como el de la niña. Sin embargo, quise usar estos ejemplos para resaltar algo que nunca debemos de olvidar: aun el peor de los peores criminales es un ser humano creado en imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, además de exigir justicia, debemos de también orar para que la misericordia de Dios los alcance, y puedan ser redimidos.

 

No nos enfoquemos solamente en el castigo (o la justicia), sino que recordemos el amor y la misericordia, también. “Es que esas personas no merecen misericordia.” Yo tampoco la merezco, pero Dios me la dio. Demos por gracia lo que por gracia recibimos.

 

 

 
 
 

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